martes, 12 de octubre de 2010

Experiencia católica


Enseguida entré a la iglesia, se me vino a la mente el recuerdo de esos domingos a las seis de la tarde, en los que quería quedarme a jugar con mis amiguitos de la cuadra, pero no me dejaban, tenía que cumplirle al señor. Cuantas lloradas, cuantos golpes aguanté para ir a un lugar lleno de gente a escuchar un hombre singular, al cual nunca le comprendí las palabras, pero que con el tiempo las aprendí. Sólo me gustaba pedirle una “monedita” a mi madre para colocarla en el canasto de las limosnas, pensando que con mi obra de caridad, ayudaría a todos los niños que de hambre morían en ese momento. ¡Qué recuerdos!
Ahora que volví, quisiera comentar algo que me causó curiosidad:
Hace poco, escuchando la radio, sintonicé sin querer una emisora religiosa, en ella se estaba desarrollando un culto. El exponente afirmaba que “El hombre vive en un estado de perdón constante”. Me acordé de esa parte de la misa llamado El Acto Penitencial que dice: “… que he pecado mucho de pensamiento, palabra y omisión. Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa. Por eso ruego a…”
En mi opinión, el hombre vive en un estado de pecado interminable. En una entrevista, Peter Joseph (creador de documental “Zeitgeist”), afirma que la religión hace de lo cotidiano en el hombre un pecado. Y es que sólo con pensar, que por el simple hecho de haber nacido somos pecadores (pecado original), provoca un desconcierto y una insatisfacción personal que queremos superar con una vida llena de arrepentimientos.

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